Osseja

La casa en cuestión se configura como una edificación pasiva preindustrializada en madera, concebida como una estrategia para cumplir los objetivos primordiales relacionados con la nueva casa, a saber: funcionalidad, valores ligados al entorno montañoso, ausencia de desviaciones económicas y rapidez. ejecución A pesar de ello, en aquella época surgieron interrogantes frente a los prejuicios asociados a las construcciones prefabricadas.

Estas dudas surgen de la percepción de que las construcciones contemporáneas han experimentado una limitada evolución en las últimas tres décadas, con una base mayoritaria en materiales como el ladrillo y el hormigón.

Esta situación hace que surjan preguntas de la naturaleza: ¿puede una casa construida con madera ser suficientemente resistente?

Además, la falta de ejemplos construidos de este tipo en aquella época hace inevitable que la mente del público recurra a la imagen de bungalows instalados en campings desde los años 70, generando preocupaciones en relación al confort de una casa prefabricada.

La respuesta, efectivamente, es que este tipo de construcciones son suficientemente resistentes a las inclemencias del tiempo, a los fuertes vientos, al riesgo sísmico y al riesgo de incendio. Además, su ligereza permite optimizar el reparto de cargas sobre el terreno y ahorrar costes.

Desde el punto de vista del confort, este tipo de vivienda resulta muy satisfactoria. La definición constructiva del entorno permite abordar pasivamente la cuestión del aislamiento y la estanqueidad térmica, mientras que el uso de la madera como material de acabado en el espacio interior proporciona a los residentes un confort en armonía con nuestra percepción sensorial. Aspectos como la reducción de ruido, la temperatura superficial, la textura de la madera cortada o el color cálido de la luz reflejada son cuestiones hápticas difíciles de cuantificar, pero fáciles de disfrutar.